jueves, 22 de agosto de 2013

Sin reproches



   Recuerdo que, cuando era adolescente, me sorprendí cuando vi por primera vez a una compañera con billetera. Eso significaba que poseía  cierta cantidad de billetes en una forma acomodada, práctica y al alcance de su mano para gastar todos los días en lo que deseara.

Obviamente, que ser sólo amiga de esa persona no era suficiente, aún con la garantía de las galletitas en el recreo o las fotocopias fiadas. Uno quiere ser “como” esa persona y cree que si le reprocha a su papá con el fundamento de “¿Por qué si ella lo recibe yo no puedo tenerlo?” va a lograr hacer sentir, a su única fuente de sustento económico, responsable de saciar una “necesidad” al parecer supremamente importante, sobre todo al presentar pruebas legítimas de la “desventaja” social que uno presenta en comparación con el otro caso declarado, es decir, a la compañera que recibe su “mensualidad”.
No es que me queje de la crianza de mis padres, ni de sus aportes a mi pequeña economía (ya que uno siempre logra omitir contar sobre los vueltos guardados o canjeados por caramelos). Pero no sé cómo ni por qué, hoy recordé este reproche, dentro de tantos miles otros, que he hecho durante mi niñez y adolescencia y… que a veces sigo haciendo.
Y sí, a veces me encuentro reprochando a Dios de “¿por qué a otros si y a mí no?” En medio de mi queja el Señor me llevó a este pasaje en Salmos 114
“Cuando Israel, el pueblo de Jacob, salió de Egipto, de un pueblo extraño, Judá se convirtió en el santuario de Dios; Israel llegó a ser su dominio. Al ver esto, el mar huyó; el Jordán se volvió atrás. Las montañas saltaron como carneros, los cerros saltaron como ovejas. ¿Qué te pasó, mar, que huiste, y a ti, Jordán, que te volviste atrás? ¿Y a ustedes montañas, que saltaron como carneros? ¿Y a ustedes cerros, que saltaron como ovejas? ¡Tiembla, oh tierra, ante el Señor, tiembla ante el Dios de Jacob! ¡Él convirtió la roca en un estanque, el pedernal en manantiales de agua!”.
Por más que todas las evidencias físicas expongan un estado que socialmente no es aceptado o incomprendido, tales como no poseer una “mensualidad” y poder realizar más de dos viajes misioneros por año, dar más a misiones que MDF o en un caso personal  poder casarnos y disfrutar una luna de miel sin gastar fortuna, es indiscutible que frente al “dominio de Dios”, es decir,  nosotros, todo se mueve y el favor de Dios abre brecha en donde “supuestamente” nunca podríamos entrar.
Una vez más recuerdo este pasaje en 1 Tesalonicenses 5.18 que dice “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. En los momentos que parece que no es suficiente y en los que todo sobreabunda.
Vivamos una vida SIN REPROCHES.


By Catalina Knigge

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