La carne muerta no
siente.
Imagínate esta situación: Sos el presidente
del senado de la Nación. Cada decisión que se tiene que tomar, primero pasa por
vos. ¿Cómo llegaste hasta acá? Dios te puso en este lugar para guiar a la
nación con sabiduría. Sos un juez limpio, que siempre antes de tomar una
decisión le consultas a Él. Y al país no le fue mal. Mientras vos estuviste a
cargo, el país nunca cayó en déficit. La educación y la salud fueron de lo
mejor. La sociedad, en su conjunto, daba esperanzas al continuo progreso.
Obviamente que había problemas, pero lo sabías manejar muy bien. Tus hijos
también empiezan a trabajar en el senado, pero no tienen la misma visión para
el pueblo que vos. Los absorbió el poder y el dinero. La gente comienza a darse
cuenta de las malas decisiones de tus hijos y pide hablar con vos, o más bien,
reclama nuevos jueces. Ese cariño que tenían por vos desaparece porque ya sos
muy anciano y tampoco quieren a tus hijos por ser corruptos. El pueblo reclama
por un presidente. Y vos sabes muy bien que lo que quiere la gente no van con
los planes de Dios, pero como Él te lo dijo, lo haces.
Es lo que le pasó a Samuel (podes
leer la historia completa en 1 Samuel 7-12). Nadie quisiera pasar por esta
situación. Pero si te llegara a ocurrir algo parecido, como me paso a mí… ¿cómo
reaccionarías? ¿Cuál sería tu forma de conducirte con ellos? Lo normal es que
trates a la personas tal como te tratan (es lo que nos enseñan, vemos y
escuchamos hoy), en otro caso optas por ignorarlos y evitar todo tipo de contacto con
esas personas.
Hay una frase que me está volando
el bocho últimamente: “La carne que está muerta no siente dolor”, y es tan
clave, tan profunda, tanto que necesito volver a “morir” cada vez que la
escucho, jaja. ¿Qué quiere decir esto? Muchas veces las personas te van a
lastimar, hablar mal, van a querer que te vayas o tratar mal. Pero nuestra
respuesta no tiene que ser el tratarlos de la misma manera, y muchas veces el
ignorar tampoco sirve. Porque algún día vas a tener que volver a verlos y
tratar con ellos. Lo mejor es no sentir.
Si, entiendo que es re complicado (lo tuve que pasar varias veces), es difícil
y hasta imposible no sentir. Pero a lo que quiero ir es que uno elige cómo nos afecta
el trato de los demás.
Me encanta la actitud de Samuel
en este versículo:
“En cuánto a mí, ciertamente no pecaré contra el Señor al dejar de orar
por ustedes. Y seguiré enseñándoles lo que es bueno y lo correcto.” 1 Samuel
12:23
Samuel podría haberles mandado
alta maldición a todo el pueblo, sin embargo los bendijo. Definitivamente
tenemos que aprender mucho sobre este hombre.
Te animo a orar por aquellas
personas que te han lastimado, a mostrarles una sonrisa, a perdonar, sin
importar lo que hagan ellos. Somos parte de un Reino que va en contra de los
parámetros de este. Cuando te hieren, tratalos bien (mordete la lengua cuando
tenes ganas de contestar). Cuando te tiran cosas muy negativas, no las creas
(sos hijo/a del Rey… la aprobación viene de Él y no de otros). Cuando sepas que
están hablando mal de vos, no hables mal de ellos, no comentes suposiciones o
lo que te dijo fulanito que lo escucho de menganita que estuvieron hablando de
vos (eso te convierte en ellos).
Seamos como Jesús no solo dentro
de la Iglesia o en las actividades, seamos Jesús cuando estemos en la calle, en
nuestra escuela, en nuestra forma de contestar, de ser y de hacer.
Nota: no estoy hablando de
Bullyng, este devocional está enfocado en los pequeños detalles en nuestra vida
cotidiana con el entorno cercano. Cuando hay detalles que duelen, formas que te
tratan, etc.
By: Camila Pichulan
Me encanto el devo, para reflexionar. Gracias por la palabra, me llego al corazon
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